EVA PERÓN EN ESCENA
Creo, que al menos para los mayores, Eva Perón no es un personaje desconocido en Bolivia. Algunas escuelas en este país, se llaman Eva Perón; la ópera rock, Evita, y la película del mismo nombre con Madonna, nos la hicieron conocida; también, lo que nos llega en las noticias acerca de la política argentina. Todos esos hechos, se encargaron de al menos formar una idea general, en mucha gente, acerca del personaje, que no de ficción sino histórico, que es todo un símbolo para millones de argentinos. Entonces sabemos que fue un personaje inmensamente querido por las masas populares; que fue generosa y pródiga con los pobres; que tuvo una juventud un tanto disoluta, que era la esposa del presidente Perón; que era bella y que murió joven de cáncer de útero; que muchísimos argentinos hasta hoy honran su memoria. Con esto en la cabeza, uno entra al teatro a ver la obra y se encuentra con transgresiones, con verdaderas iconoclastias, con un clima feroz.
Vamos por partes: Eva y los otros dos personajes femeninos, son representados por hombres; Perón es un muñeco sentado en una silla de ruedas (que algunas veces habla, con la voz prestada por los otros actores, que hacen de mujeres). El hombre que hace de hombre es Ibiza, una especie de secretario privado y que es, además, absolutamente misterioso. La obra entonces, no es casi nada de lo que sabíamos. Lo que se aproxima a la historia es que Eva está moribunda (pero no tanto) por el cáncer que la aqueja, mientras el pueblo, afuera, espera el desenlace fatal. Eva está encerrada, casi prisionera, en la casa presidencial, pero manda, agrede, ironiza, ejerce ferocidad sobre los demás: la madre (ambiciosa, pobre devenida rica y convertida en una dama que vive en la Costa Azul francesa); la enfermera que la sufre pero la venera y que representa al pueblo; Ibiza (que también es fuerte y prepotente pero termina haciendo lo que Eva manda, y del que al final nos enteramos que es compañero de infancia de Eva, aunque uno no termina de entender la relación real entrambos); Perón, que al ser nada más que un muñeco es una especie de pelele. Todo se desenvuelve dentro de una ferocidad permanente, todos, salvo la enfermera, son despiadados, ambiciosos, carecen de la capacidad de dar amor. Y para rematarlo todo, Eva no tiene cáncer de útero (tal vez no pueda tenerlo porque en realidad es hombre) y mata a la enfermera (la única que la amaba y que es el pueblo) y se escapa, disfrazada con las ropas de esta, y se libera así, posiblemente, de las trampas del poder, de las ferocidades de la política. La obra impresiona porque no tiene una coherencia absoluta, no tiene un desarrollo habitual y a ratos parece estar integrada por fragmentos que solamente han sido unidos. Pero sacude por su densidad dramática, porque genera el suspenso dentro del absurdo, porque constantemente nos desestabiliza, porque todo es como un carnaval macabro.
Todo lo anterior indica una prolija puesta en escena, una mano firme en la dirección a cargo de Ubaldo Nallar lo que, obviamente, repercute en una actuación exacta, precisa de los protagonistas. Diego Cowks, como Eva, realiza un trabajo sólido con ese personaje casi surrealista. Por su parte, Alejandro Amores, encarna, eficiente y a ratos conmovedoramente, a la madre en su doble faz de impiedad y ambición, aunque con algunos toques de ternura. Vecín, absolutamente convincente, mucho más profundo que en alguno de sus trabajos anteriores. Me parece destacable el trabajo de Dubyakovsky en el personaje de la enfermera: la gestualidad genuina, los movimientos, la matización de la voz. En definitiva, una muy buena y homogénea actuación en la que se ve a los actores deslizarse con comodidad a través de las escenas. El choque que implica el ver a varones haciendo de mujeres, me recuerda a una puesta de Las Criadas, de Jean Genet, que vi hace muchísimos años en Córdoba. Es más, al principio de la obra, la enfermera se mira al espejo, agarrando un vestido de Eva y ese momento me golpeó como un inesperado y fugaz desborde de la memoria. Pero es sólo ese momento, todo lo demás corre por sus propios cauces, por sus alucinantes caminos hechos de impiedad. El piano, que acompaña en vivo, interpretado por el mismo Ubaldo Nallar, remarca y genera emociones y clímax. Más allá del asombro, lo que nos propone Copi, el autor, y el trabajo del grupo, hacen de este un espectáculo que debe verse, por ser distinto y por estar muy bien logrado.
Teatro Otero Moreno (Café Lorca)
Autor: Copi.
Director: Ubaldo Nallar
Actuación: Diego Cowks, Eva; Alejandro Amores, madre de Eva; Marcos Vecín, Ibiza; Jorge Dubyakovsky, enfermera //Vestuario, Cayo Hurtado; Maquillaje y Peinado, Natalia Varale.
Vamos por partes: Eva y los otros dos personajes femeninos, son representados por hombres; Perón es un muñeco sentado en una silla de ruedas (que algunas veces habla, con la voz prestada por los otros actores, que hacen de mujeres). El hombre que hace de hombre es Ibiza, una especie de secretario privado y que es, además, absolutamente misterioso. La obra entonces, no es casi nada de lo que sabíamos. Lo que se aproxima a la historia es que Eva está moribunda (pero no tanto) por el cáncer que la aqueja, mientras el pueblo, afuera, espera el desenlace fatal. Eva está encerrada, casi prisionera, en la casa presidencial, pero manda, agrede, ironiza, ejerce ferocidad sobre los demás: la madre (ambiciosa, pobre devenida rica y convertida en una dama que vive en la Costa Azul francesa); la enfermera que la sufre pero la venera y que representa al pueblo; Ibiza (que también es fuerte y prepotente pero termina haciendo lo que Eva manda, y del que al final nos enteramos que es compañero de infancia de Eva, aunque uno no termina de entender la relación real entrambos); Perón, que al ser nada más que un muñeco es una especie de pelele. Todo se desenvuelve dentro de una ferocidad permanente, todos, salvo la enfermera, son despiadados, ambiciosos, carecen de la capacidad de dar amor. Y para rematarlo todo, Eva no tiene cáncer de útero (tal vez no pueda tenerlo porque en realidad es hombre) y mata a la enfermera (la única que la amaba y que es el pueblo) y se escapa, disfrazada con las ropas de esta, y se libera así, posiblemente, de las trampas del poder, de las ferocidades de la política. La obra impresiona porque no tiene una coherencia absoluta, no tiene un desarrollo habitual y a ratos parece estar integrada por fragmentos que solamente han sido unidos. Pero sacude por su densidad dramática, porque genera el suspenso dentro del absurdo, porque constantemente nos desestabiliza, porque todo es como un carnaval macabro.
Todo lo anterior indica una prolija puesta en escena, una mano firme en la dirección a cargo de Ubaldo Nallar lo que, obviamente, repercute en una actuación exacta, precisa de los protagonistas. Diego Cowks, como Eva, realiza un trabajo sólido con ese personaje casi surrealista. Por su parte, Alejandro Amores, encarna, eficiente y a ratos conmovedoramente, a la madre en su doble faz de impiedad y ambición, aunque con algunos toques de ternura. Vecín, absolutamente convincente, mucho más profundo que en alguno de sus trabajos anteriores. Me parece destacable el trabajo de Dubyakovsky en el personaje de la enfermera: la gestualidad genuina, los movimientos, la matización de la voz. En definitiva, una muy buena y homogénea actuación en la que se ve a los actores deslizarse con comodidad a través de las escenas. El choque que implica el ver a varones haciendo de mujeres, me recuerda a una puesta de Las Criadas, de Jean Genet, que vi hace muchísimos años en Córdoba. Es más, al principio de la obra, la enfermera se mira al espejo, agarrando un vestido de Eva y ese momento me golpeó como un inesperado y fugaz desborde de la memoria. Pero es sólo ese momento, todo lo demás corre por sus propios cauces, por sus alucinantes caminos hechos de impiedad. El piano, que acompaña en vivo, interpretado por el mismo Ubaldo Nallar, remarca y genera emociones y clímax. Más allá del asombro, lo que nos propone Copi, el autor, y el trabajo del grupo, hacen de este un espectáculo que debe verse, por ser distinto y por estar muy bien logrado.
Teatro Otero Moreno (Café Lorca)
Autor: Copi.
Director: Ubaldo Nallar
Actuación: Diego Cowks, Eva; Alejandro Amores, madre de Eva; Marcos Vecín, Ibiza; Jorge Dubyakovsky, enfermera //Vestuario, Cayo Hurtado; Maquillaje y Peinado, Natalia Varale.
Comentarios
Publicar un comentario